Sobre bases de la siempre nueva y renovada tecnología armamos espacios en los que hay otra luz y con ella nacen otras sensaciones. Neón, fluorescentes, cristales, cables, aluminio, cobre, etc. Son los nuevos templos, más sencillos, menos aparatosos, pero también de una fluidez fugaz.
Con el norteamericano SONNIER estamos asistiendo a uno de esos espectáculos en los que ya no hace falta implorar el milagro. El llamado art process es el causante del suceso extraordinario que no tiene otras atribuciones más que las de transportarnos a otros tablados escenográficos. Lo que hagan en ellos ya no es responsabilidad del autor.
La verdad es que sus montajes son efectivos en su impacto visual, en sus construcciones ópticas, en la concepción urbanita de la que somos protagonistas y espectadores, pero más allá de ello no deja de ser un pulimento que da brillo y tersura, que no ternura.
Tu abandonada luz, continuamente,
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