Hoy por hoy, uno de los servicios que más rifa en este mundo es el dedicado a la promoción y el mejoramiento de la imagen empresarial e institucional, cosa que a algunos les emociona hasta decir basta y a otros simplemente les desagrada: en lo personal, a mí ni me viene ni me va, dado que no estoy involucrado en el negocio, y hasta el día en que tenga mi propia corporación tal seguirá siendo mi punto de vista.
Hasta aquí todo bien.
Enseña el Diccionario (puntoiaparte…) que la estigmatofilia es la fijación o gusto que tiene una persona por las gentes que poseen uno o varios tatuajes.
OK, qué bonito que el día de hoy hayamos aprendido una palabra nueva y estemos aumentando nuestro vocabulario, mínimo para tener tema de conversación. O al menos eso es lo que parece.
Porque el tema se presta para unos debates de lo más bizantinos e inoficiosos que se han visto en la Historia del Llevaitrae Argumentativo. Que si es peligroso hacerse un tatuajito, que si no lo es; que si se trata de una obra de arte, que si nada más son tres letritas musarañeras que uno se puso nomás por mamón; que si va en contra de la religión tal, que si el párroco dijo ayer que estaba muy de acuerdo en que cada uno hiciera con su cuerpo lo que mejor le viniera en gana. Del tipo de discusiones que sólo nacen entre quienes quieren imponer como que en plan de «A huevo» su opinión nada más por sus chingadas polainas.
Muy bien.
Cierto que ver un tatuaje como que sí te llega a impactar, sobre todo si no estás acostumbrado. Además, es un tema del orden más personalísimo en la existencia del individuo, por lo que no esperes que de buenas a primeras medio mundo venga y te confiese que se ha hecho un detalle así en el cuerpo…, a menos, claro, que se trate de un caso médico o jurídico, en donde o confiesas o te carga el carajo.
Todo lo anterior encuentra una orientación bastante extrema y debrayada en el mensaje que acompaña a la foto de acá abajo, la cual no dudaría yo en calificar de catastrofista y dicha muy pero muy a la ligera.
Vamos a ver, vamos a ver…
Hasta donde yo recuerdo, la búsqueda constante y obsesiva de la raza perfecta a través de la ciencia y práctica de la eugenesia quedó rebasada cuando el mundo cerró el capítulo relativo al nazismo y Crímenes de Lesa Humanidad que de éste se derivaron. Sí, tiraron el Muro de Berlín y todos nos botamos a chillar a lágrima viva porque la reconstrucción de un pueblo devastado por la guerra estaba comenzando el bello proceso de volver a nacer. Aplausos y Óscares para todos.
Y ya después llegó la globalización y todo lo echó a perder… En realidad no todo pero sí estropeó algunos detalles, justicia es reconocerlo.
La imposición de estándares de calidad al interior de una empresa obedece a la necesidad que tiene ésta de mantenerse a la vanguardia y proyectar una imagen pulcra y fresca. No obstante lo anterior, subyace una línea muy delgada entre eso que te pide la empresa a ti como empleado para que lo observes como un código de conducta cuando estás en la chamba y lo que ya vienen siendo chaquetas mentales como la que vimos en el fotograma de aquí arriba: técnicamente se trata de un atentado contra la libertad personal del individuo en aras de caerle bien a la Policía del Buen Gusto. Cada uno es tan libre de rayarse las carnes como mejor se le antoje y sanseacabó.
¿Se ve feo el tatuaje de la foto?, ¿neta? Pues ese falso horror no es sino producto de los miedos y prejuicios que existen -¡en pleno Siglo Veintiuno!, ese de las Redes Sociales y la Radio y la Televisión Digitales y sabrá Dios cuántos avances más la materia- en una sociedad tan atrasada culturalmente como la mexicana. Hay quien puede mirar belleza en esto y hay a quien sencillamente le repugna, efectivamente; por lo tanto, temas tan delicados como este, en donde no todos vamos a estar de acuerdo (que si por nuestros principios, que si porque pasó la mosca, que si porque la Madre que le Parió), hay que mantenerlos alejados de la mesa de discusión en razón de que más de uno se va a querer agarrar a bastonazos con los que no compartan su punto de vista. Y digo yo que hay que mantenerlos alejados de la mesa de discusión no porque debamos hacernos los que no vemos y entonces tales cosas no existen en este mundo sino precisamente porque un mínimo deber de prudencia, pero sobre todo de tolerancia, nos constriñe en la necesidad de cerrar nuestras boquitas preciosas antes de salir con una pendejada como esta.
Este es el tipo de palabras totalizadoras y cero plurales que a mí me revientan las bolas dado que constituyen una laceración personal, directa y profunda a los derechos humanos, de los que soy requetebién fan.
Más daño le hacen a uno los chochos para inflar la musculatura y nadie dice nada… «Ah, pero es que es por verse bien y entonces hay que hacer un par de truquitos y así». Pinches huevones posers del gimnasio (aclárase que no todos…), si saben lo que es bueno deberían estar más al pendiente de trabajar el cuerpo como es debido en lugar de mirarse al espejo durante la mitad de la rutina. Hay que ver hasta dónde llega el culto a la imagen por estos días, y sobre todo sus razones, las cuales en no pocas veces son erradas.
Si yo fuera tú, y estuviera a cargo de contratar un servicio de estos para la empresa en donde laboro, la pensaba dos veces antes de firmar con los güeyes de consejosimagen.mx.